SILENCIO E INDIFERENCIA SIMBOLOS DE AGRESION

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SILENCIO E INDIFERENCIA GENERADORES DE VIOLENCIA

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sábado, 26 de diciembre de 2009

¿SE PUEDE PERDER LA SALVACIÓN?

“Mas yo en tu misericordia he confiado; mi corazón se alegrará en tu salvación” (Salmo 13: 5)

Una de las grandes controversias de todos los tiempos en el seno eclesial, ha sido y es acerca de la salvación, en cuanto a si se puede llegar a perder o no.

Existen innumerables discusiones y exposiciones teológicas y pseudo teológicas se han hecho y seguramente se seguirán haciendo.

Unos dicen: “Una vez salvo, siempre salvo”. Otros dicen: “La salvación se puede llegar a perder”…

Acerca de si la salvación se puede llegar a perder o no, hay que partir de dos posicionamientos muy diferenciados el uno del otro. El primero es el posicionamiento de Dios. El segundo es el del hombre.

“Has escudriñado mi andar y mi reposo, y todos mis caminos te son conocidos. Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda” (Salmo 139: 3, 4)

¿Sabe Dios quien es salvo?

Podríamos emitir esa respuesta en dos partes.


Dios lo sabe todo desde siempre (Él es eterno), por lo tanto, Dios sabe quien es salvo.

Partiendo de aquí, la salvación no se puede perder porque el que es salvo conforme a Dios, es porque lo es por siempre y desde siempre (hablo en términos de eternidad), y Dios lo sabe desde siempre. Veamos algunas escrituras que nos hablan de ello.

“En amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad” (Efesios 1: 5)

“En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad” (Efesios 1: 11)

“Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. 30 Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó” (Romanos 8: 29, 30)

Esa predestinación, no sólo implica la explícita voluntad de Dios de salvar al individuo en concreto, sino que también significa el conocimiento anticipado o presciencia de Dios. Diciéndolo en términos naturales, Dios siempre ha sabido quien es salvo.

Dicho en términos más comunes, a Dios nada le coge ni le puede coger por sorpresa. Esa es una de las diferencias entre el Creador y la criatura.

“El que es verdaderamente salvo, lo es, lo ha sido y lo será, conforme a la perspectiva divina; desde la eternidad”

Dios escogió a los que serían salvos desde el principio:

“Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad” (2 Tesalonicenses 2: 13)

El principio aludido en esa escritura, siempre hay que entenderlo como conforme a Dios, es decir, en términos de eternidad, y no de transitoriedad.

Seguimos. La salvación es cosa exclusiva del Padre:

“Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero” (Juan 6: 44)

Fuimos salvos según Su propósito (Su voluntad), antes de la creación del tiempo, es decir de la existencia que nos rodea, como la vemos y entendemos:

“[Dios] quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos” (2 Timoteo 1: 9)

Por lo tanto, hasta aquí podemos señalar y también asegurar, que Dios sabe quienes son Sus salvados. Fíjense en la siguiente declaración escritural, la cual no deja margen de duda alguna:

“aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), 6 y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús” (Efesios 2: 5, 6)

Aquí vemos con claridad meridiana que para Dios, los salvos ya estamos resucitados y estamos sentados (lo cual implica actitud de descanso o reposo) en el cielo con el Señor Jesús. En otras palabras, Dios no sólo sabe, sino ve a los salvos, gozándose con ellos. Esto es así porque en la eternidad no existe el tiempo, sino que toda la realidad natural de todos los tiempos, pasado, presente y futuro, está cabalmente cumplida ante Él, y esto antes de que Dios creara las cosas visibles, de las que no se ven (He. 11: 3).

Por eso la Escritura también nos asegura que Dios sabe quienes son los suyos:

“Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos…” (2 Timoteo 2: 19)

Por lo tanto esa salvación conforme Dios siempre la ha visto, no se puede perder.

Insisto, conforme a Dios, la salvación no se puede perder.

“La salvación es el más precioso regalo de Dios al hombre, y sólo se recibe por la fe, la cual también la da Dios. Dios desea que todos sean salvos (1 Ti. 2: 4), aunque Dios salva a aquellos que quiere salvar (Ef. 2: 8)”

¿El que se dice nacido de nuevo puede pecar de forma fría y voluntaria?
“…ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor” (Fil. 2: 12)

Digo: ¿El saber que Dios sabe que soy salvo, me ha de hacer relajar hasta el punto de apartarme por el engaño del pecado (He. 3: 13)? Si así fuera, me estaría engañando a mí mismo creyendo que soy salvo.

Jesús dijo que los íbamos a conocer por el fruto (Mt. 7: 16). El fruto determina o muestra la realidad al respecto.

La Biblia dice que, el que es verdaderamente salvo, no puede pecar voluntariamente, es decir, a propósito y con alevosía:

“El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. 9 Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios” (1 Juan 3: 8, 9)

Es más, la Biblia dice que al que peca voluntariamente, “después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, 27 sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios” (Hebreos 10: 26, 27)

El que yendo a la iglesia con regularidad, llamándose a sí mismo cristiano, y habiendo recibido la luz de la verdad del Evangelio en su corazón – con todo ello - peca a conciencia y de forma habitual, en realidad es un apóstata. A Dios no se le puede burlar (Gl. 6: 7)

“Judas Iscariote es un buen ejemplo de un discípulo a quien no le faltaba conocimiento pero que carecía de fe verdadera, y llegó a convertirse en el peor apóstata”

Leemos en Hebreos 3: 14; “Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio”

De ahí deducimos que los únicos que realmente han sido hechos participantes de Cristo conforme Dios lo entiende, son los que retienen firme hasta el fin la confianza del principio. Veremos más de esto en otro punto.

“Oh Jehová, ¿qué es el hombre, para que en él pienses, o el hijo de hombre, para que lo estimes?” (Salmo 144: 3)

Sabe el hombre quien es salvo? Pues a excepción del individuo en relación a sí mismo, obviamente, no.

La enorme diferencia entre la criatura (el hombre) y el Creador (Dios), es la limitación del primero, y la infinidad del Segundo.

Hay ministros que desde el púlpito se dirigen a todos sus oyentes asegurándoles que son salvos. Eso es necedad y engaño. No podemos presuponer que los participantes en la asamblea cristiana son todos de Cristo (cp. 2 Jn.10, 11)

“Dice la Biblia que el corazón del hombre es engañoso (Jer. 17: 9). No solamente a causa de la caída, sino que también podría serlo a causa de la propia limitación como criatura”

El hombre sólo ve y entiende hasta un límite
El hombre - incluso el más espiritual y rendido a Cristo de los hombres – puede llegar a estar convencido de algo, puede estar creyendo entender algo, puede estar seguro de algo, resultando estar equivocado; porque excluyendo la misma Palabra de Dios, todo lo demás está expuesto al error y al engaño. Esta es la realidad en lo natural que nos está tocando vivir en esta dispensación actual.

Así como Dios conoce a los que son Suyos, el verdadero creyente (por tanto, salvo) no conoce necesariamente a los que dicen ser salvos, si lo son o no. Me explico. Tantos de nosotros, los cristianos ya de años, hemos experimentado tantas sorpresas, alguna de ellas desagradable, como la de ver a queridos hermanos en la fe, que un buen día se apartan – ya no de la iglesia o de los hermanos – sino de Dios mismo, llegando claramente a apostatar de la fe, por negarla no sólo con sus palabras, sino con sus hechos de práctica pecaminosa y voluntaria.

Llegados a ese punto, desde el posicionamiento del hombre, diríamos con toda naturalidad que tal hermano, ha perdido la salvación; concluyendo que la salvación se puede llegar a perder.

Eso es lo que nuestros ojos han visto y ven; esa es la evidencia; esa es la realidad. Indudablemente, es así…pero sólo según nuestro entendimiento, conforme a nuestra desmesurada incapacidad.

Respecto a ese “hermano” que ha visiblemente apostatado, si le preguntáramos a Dios, seguramente Él nos traería a la mente el siguiente pasaje de la Escritura:

“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos… entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7: 21, 23)

Esto en cuanto a los que evidencian una apostasía, pero también los hay que no:

“Entonces comenzaréis a decir: Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste. 7 Pero os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad” (Lucas 13: 26, 27)

Son todos aquellos (y sólo el Señor sabe cuantos) que están en las iglesias de Cristo, y que a ojos nuestros son hermanos, pero no para Dios. Jamás fueron salvos.

Pongo estos ejemplos aquí para que podamos entender que en nosotros no está el saber todas las cosas, y que por tanto, nuestro posicionamiento en cuanto a saber si la salvación se pierde o no se pierde, nada tiene que ver con el posicionamiento de Dios, que es el que realmente cuenta. Otra vez: conoce el Señor a los que son suyos (2 Tim. 2: 19)

“Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste. 7 Pero os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad” (Lucas 13: 26, 27). Ir a la iglesia no es sinónimo de ser salvo; pero ir a la iglesia es mandamiento según la Ley de Cristo para todos los salvos (He. 10: 25)” El salvo es el que verdaderamente ha nacido de nuevo
“Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios…os es necesario nacer de nuevo” (Juan 3: 3, 7)

La Biblia muy claramente nos dice que el que ha nacido de nuevo, verá el reino de Dios, y si uno ha nacido de nuevo, es porque previamente ha muerto a la vida antigua de pecado y muerte:

“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús…Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Romanos 8: 1, 2)

El hombre antiguo está crucificado con Cristo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2: 20)

No vale decir como enseñan algunos, que en el caso del nacido de nuevo, a veces el hombre viejo se “descuelga de la cruz”, y por un momento o dos vuelve a la antigua vida. Eso no es cierto:

“Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios” (1 Juan 3: 9)

El que ha nacido de nuevo, como la misma expresión lo indica, ha pasado de muerte a vida.

Por tanto, insistimos en este punto que es crucial: no el que dice ser creyente. No el que dice ser cristiano. No el que dice haber tenido una experiencia con Dios. No el que ha tenido una experiencia con Dios. No, sino el que verdaderamente ha nacido de nuevo, este es el salvo a los ojos de Dios; es salvo conforme a Dios, y está por tanto sentado en los lugares celestiales junto con Cristo (Ef. 2: 6), conforme a la economía de Dios. Y Dios por Su Espíritu le revela que es salvo:

“El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (Romanos 8: 16)

El que es salvo, lo sabe.

Muchos me dirán aquí respecto a que la salvación se puede perder:

He conocido personas que un día se entregaron a Cristo, lloraron por sus pecados, dieron testimonio de Cristo y de su salvación, por meses o años estuvieron en la iglesia, etc. aunque luego, por diferentes motivos, se apartaron del todo y ahora viven en pecado y conforme al mundo”

“¿Cómo puede estar usted seguro de que realmente habían nacido de nuevo?”

“Usted no puede estarlo”

Muchos hacen confesión de recibir a Cristo – pero sólo es una confesión de labios para afuera:

“Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de Mí” (Mateo 15: 8)

Muchos lloran por sus pecados, pero sólo “lloran”, no se arrepienten y se apartan:

[Esaú] “fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas” (Hebreos 12: 17)

Muchos se encuentran cómodos en las iglesias, donde reciben amor, aceptación, cariño, etc.

“Entonces comenzaréis a decir: Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste. 7 Pero os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad” (Lucas 13: 26, 27)

Por lo tanto, toda su manifestación espiritual fue sin duda conforme a apariencia externa.

“Las lágrimas no siempre hablan de lo que hay en el corazón”

Existe otro caso respecto al enunciado anterior. Son las personas que realmente gustaron el don de Dios. Es decir, realmente tuvieron una experiencia mística con Dios, pero no nacieron de nuevo.

Veámoslo en la Escritura:

“Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, 5 y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, 6 y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio” (Hebreos 6: 4-6)

Claramente la Palabra aquí nos habla de esas personas. No dice que nacieron de nuevo, sino que tuvieron una experiencia con Dios, pero luego recayeron. Veámoslo con cierto detenimiento:

“…fueron iluminados…”: Es decir, habían recibido instrucción en la verdad bíblica por medio de su intelecto; pero “entender el Evangelio” no equivale necesariamente a “ser regenerado” (ver He. 10: 26, 32)

En Juan 1: 9 leemos; “Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo”. Claramente vemos que a pesar de que Cristo, la Luz del mundo, alumbra a todo hombre, todo hombre no es de Cristo.

“…gustaron del don celestial…”: “gustar” significa experimentar algo de forma consciente.

“Cristo gustó la muerte (He. 2: 9) sólo por un momento, y no fue una experiencia continua ni permanente. Todos los hombres experimentan la bondad de Dios, pero esto no significa que todos sean salvos (cp. Mt. 5: 45; Hchs. 17: 25)”

Esas personas aludidas gustaron por un momento o por un tiempo del don celestial, lo que llamaríamos, tuvieron una experiencia mística con Dios, y nada más.

“…fueron hechos partícipes del Espíritu Santo…”: En el mismo sentido que “gustaron del don celestial”, estuvieron en el mover del Espíritu Santo (muchos incluso profetizaron, como Saúl, y echaron fuera demonios, etc.), pero eso no les convirtió en verdaderos creyentes, como no lo fue Saúl.

Conocemos creyentes que tenía el ministerio de echar fuera demonios de las personas, y lo hizo por años, ¡los mismos que vivió en práctica de adulterio!

No nacieron de nuevo, porque apostataron de la fe. Otra vez, conforme a Dios, si no fueron salvos al final, tampoco lo fueron al principio.

En ambos casos, ¿Fueron esas personas salvas, es decir, nacidas de nuevo? Obviamente, no.

“El que está sellado con el sello del Espíritu Santo (Ef. 1: 13), en la economía de Dios lo está desde el momento en que antes de la fundación del mundo Él determinó que así fuera”

Las pruebas de Dios son para revelar la realidad en la que vive el cristiano profesante
“Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros” (1 Juan 2: 19)

¿Por qué salieron de nosotros? Porque no eran de nosotros. Las pruebas que Dios permite o envía, les hicieron sucumbir de su falsa profesión de fe.

¿Saben porque la Palabra dice que nuestro Dios es justo que prueba la mente y el corazón, (S. 7: 9)? Justamente para que discernamos quien es quien, quien es qué y quién soy yo, o usted, y todo ante Dios.

“¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero.
Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8: 35-39)

La Biblia dice que el que ha nacido de nuevo es más que vencedor (Ro. 8: 37) ¿Saben por qué lo dice?, pues porque a través de las diferentes pruebas, venciéndolas (y sólo eso se puede hacer con y por la gracia de Dios), se muestra lo que uno es en Dios: una nueva criatura.

Al salvo, nada le apartará del amor de Cristo, ¡Nada!, pero del no salvo, cualquiera de esa cosas mencionadas en esa escritura le apartará – sea que siga en la iglesia o que salga de ella.

Por las pruebas se puede atisbar quién es realmente nacido de nuevo, de quien no lo es.

“Es por pasar por las dificultades propias de la vida, más las que Dios permite, que el creyente levanta sus manos a Dios, esperando sólo en Él”

Como hemos visto y entendido, para Dios la salvación no se puede perder ya que Él lo ve todo desde la perspectiva eterna, no obstante, según el mero entendimiento humano, sí.

Dios es el único que puede ver en el corazón del hombre. Dios es el único que conoce íntimamente al hombre.

El “una vez salvo, siempre salvo”, desde la perspectiva de Dios es correcto, pero desde la perspectiva del hombre hacia el hombre, no.

Dios les bendiga!!!.

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LINEY CASTRO PEÑA-HERMANA DE ZAUDITH DA GRACIAS A DIOS.

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