SIERVOS DE DIOS QUE NO ORAN EN PRIVADO..........

Mateo 26.41, Velad y Orad, para que no entreís en tentación, el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.

La tentación más grande y peligrosa a que somos sometidos como siervos de Dios, es la de no orar, es decir, la de no llevar una vida de oración en privado.

Cuando los siervos de Dios no tenemos una verdadera vida de oración, estamos expuestos a caer en cualquier tipo de pecados, y llegar hasta el fracaso parcial o total.

Se hace necesario recordar a cada siervo de Dios, especialmente a los Apóstoles, Evangelistas, Profetas, Pastores y Maestros, que el hecho más glorioso y profundamente significado es haber sido escogidos y llamados por Dios al Santo Ministerio, porque todos pertenecemos al orden sacerdotal de Jesucristo, siendo Él el gran Príncipe de los ministros.

Por tanto, todos estamos llamados a seguirlo como nuestro único modelo y ejemplo de vida. ¿Fue el Señor Jesucristo un hombre de oración?..... Marcos 1.35, Juan 8.29, Lucas 18.1-8.

Mateo 6.6 - He aquí algunas de las cosas que le suceden a cualquier pastor, o a siervos de Dios, por descuidar su vida de oración diaria y privada:

01. - Lo domina o cautiva, su principal debilidad o deseo carnal, y si cae, le costará mucho levantarse.

02. - Mal genio, con facilidad se enoja y se molesta por cualquier cosa con cualquiera persona.

03. - No disfruta a sus hijos, puesto que no está para ellos.

04. - No disfruta a su pareja, ni la rodea de amor sino de exigencias, enojos, problemas y malos tratos.

05. - Algunas veces, su vida sexual se hace monótona o sólo carnal.

06. - No dedica suficiente tiempo al estudio de la Palabra para él; sólo prepara sermones para otros.

07. - Sus sermones pueden ser bonitos, emocionantes, floridos y bien hechos, pero vacíos y sin frutos.

08. - Pierde gozo e interés en los asuntos del ministerio, por lo cual, gasta tiempo en cosas efímeras.

09. - Pierde la compasión por los creyentes, no los atiende debidamente y poco se interesa por los perdidos.

10. - Dedica más tiempo a lo social, a las distracciones, Pierde horas enteras en lo no provechoso.

11. - Cuando intenta orar, al poco tiempo no tiene más que decir. Cada vez ora menos y se llena de estrés.

12. - Se reciente con facilidad por cualquier cosa, no perdona, ni pide perdón. Endurece su corazón.

13. - Descuida sus responsabilidades con la familia y con los creyentes. Hace las cosas a medias.

14. - Endurece su corazón y muchas veces duda de Dios porque no le oye o por no recibir respuestas.

15. - Fácilmente critica a los demás ministros y se aparta de ellos. A veces se cree el mejor.

16. - Algunas veces siente envidia de los que prosperan y los desprecia. Se hace arrogante.

17. - Pierde el amor, el gozo, la paz, y el resto del fruto del Espíritu Santo. Sólo cumple por compromisos.

18. - Se queja por todo, hasta de Dios porque bendice a otros y a él no. Entonces culpa a los demás.

19. - Puede ser muy activo en la Iglesia , pero no hay perseverancia ni resultados positivos.

20. - El dinero no le alcanza y se queja de su situación. A veces pasa pidiendo ayudas y endeudándose.

21. - No adora a Dios ni le expresa gratitud de corazón. Se justifica diciendo que no tiene tiempo.

22. - Se hace orgulloso, prepotente; desconoce el trabajo de sus colaboradores. No es agradecido.

23. - Evita orar por los enfermos o echar fuera demonios. Encarga a otros porque eso no es para él.

24. - Sus sermones son intelectuales, teóricos, críticos, vacíos y sin poder. No producen cambios en la iglesia.

25. - No promueve la vida de oración y ayuno, y si lo hace no participa de ellos.

26. - Le gusta que siempre lo tengan en cuenta o se reciente y critica cuando no lo adulan. A veces niega la verdad y miente.

27. - Fácilmente dice mentiras y es hipócrita, pero no lo reconoce. Predica lo que él mismo no está aplicando.

28. - Procura cambiar su actitud para orar, pero no puede porque algo lo domina y se le opone, está cautivo.

29. - Algunas veces termina conformándose a su situación y prefiere vivir en su fracaso.

30. - No promueve la santidad y cuando lo hace, lo hace con legalismo, pero no por gracia ni espiritualmente.

31. - Algunas veces él mismo no diezma, no ofrenda, no ayuna y no adora, pues no puede hacerlo.

32. - No tiene muy buen testimonio en su propio hogar ni en su propia familia, vecindad, comunidad, ciudad.

33. - No tiene visión de Dios y no sabe a dónde va sino que todo lo improvisa.

34. - Muchas veces anda promoviendo la visión de otros, pero no persevera o no tiene visión de Dios.

35. - No evangeliza ni hace discipulado, no capacita líderes. Y cae en la monotonía y tradicionalismo.

36. - Pierde la motivación y hace las cosas por obligación. Es inconstante y vive divagando.

37. - Muchas veces piensa que la solución está en renunciar al pastorado o cambiar de ministerio.

38. - Le echa la culpa a los creyentes porque no crecen, no evangelizan, no oran, no ayunan, no diezman, no ofrendan y no asisten fielmente, pero él, como Adán, no asume la responsabilidad ni se arrepiente.

39. - En definitiva, es un ministro que vive y actúa según la carne y no según el Espíritu Santo.

40. - En consecuencia, depende mucho de sí mismo que de Dios, por lo cual, sus victorias son efímeras, y sus frutos no permanecen. Más es lo que pierde que lo que gana, no tiene prosperidad integral.

Nuestro cuerpo es débil por la naturaleza caída, él no quiere orar ni hacer la voluntad de Dios, pero nuestro espíritu sí está dispuesto: primero, porque hemos sido regenerados, santificados y porque tenemos el Espíritu de Jesucristo; y segundo, porque el mismo Señor Jesucristo, así lo aseguró en Mateo 26.41. De manera que sí podemos ser ministros de oración, vencedores y profundamente bendecidos.

Romanos 8, Gálatas 5 y Efesios 4 al 5.

Efesios 6.10-20.

Bienaventurados los que habitan en tu casa, Salmo 84:4.

Bienaventurado el que tú escogieres y atrajeres a ti, para que habite en tus atrios, seremos saciados del bien de tu casa y de tu Santo Templo . Amen. Salmo 65:4.

Amado consiervo, considera cómo anda tu vida de oración y ayuno en el secreto con Dios.